Revelan las estadísticas de las Naciones Unidas que cada minuto veinticuatro personas lo dejan todo para huir de la persecución, el terror o la guerra. En estos tiempos de crisis global efecto de la pandemia covid19, es determinante el tratamiento informativo y cobertura que desde el enfoque comunicacional debe dársele al desplazamiento forzado en América Latina y el Caribe.
En el año 1951 se creó la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados y posteriormente, en 1967 su protocolo de aplicación, como instrumentos legales para afrontar las acciones que violan los derechos humanos de nuestros ciudadanos, buscando con este amparo su protección internacional.
Finalizando el mes de agosto del pasado año 2020, académicos y periodistas fuimos invitados a un núcleo de capacitación virtual (journalism course) auspiciado por el Knigth Centre, UNESCO y ACNUR, con el objetivo de crear espacios para socializar las mejores prácticas respecto del tema. Evitar los estereotipos y la desinformación sobre las personas refugiadas y migrantes de la región es vital, sobre todo en tiempos tan convulsos.
Uno de los largometrajes sobre refugiados más laureados de los últimos 16 años y de los que mayor impresión me han causado, lo es: La vida Secreta de las Palabras; su mensaje refleja el dolor y silencio de aquellas situaciones vividas por quienes se desplazan forzosamente, enterrándolas para poder continuar.
Grupos de apoyo y organizaciones en varios países del mundo, se suman hoy en día para que se resguarde el principio de no devolución de personas que enfrentan diariamente grandes amenazas sobre su vida y libertad. Llevemos presente que este amparo no es admisible para quienes hayan cometido graves delitos o representen inminente peligro para sus comunidades.
Inclusión y protección para los refugiados son los ejes de acción a los que debemos aspirar como defensores de los derechos humanos.
Ayuda mutua es lo que demandan nuestros pueblos, valorar la condición humana en su dignidad social, proteger, reconocer y hacer justicia frente a las desigualdades. El mundo será mejor cuando extendamos nuestro apoyo solidario; solo así se lograría el anhelado bienestar colectivo.
Día tras día cientos de miles de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares buscando un mejor porvenir y de ellos los más afectados son los niños. Al drama social que viven los refugiados le urge concretizar una solución de fondo que contemple las necesidades de todos los involucrados.
Otros se excusan minimizando los actos que empujan las personas a marcharse, seamos nosotros embajadores de buena voluntad en la resolución de los conflictos. Aceptemos que esta es una situación difícil y dolorosa para todos.
Seamos portavoces del mensaje que necesita escuchar el mundo: unidad; solidaridad; cooperación. Juntos nos cuidamos, aprendemos y brillamos.