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Biden llega a Ucrania por sorpresa a vísperas del primer aniversario de la invasión rusa

Biden visita Ucrania por sorpresa en vísperas del primer aniversario de la invasión rusa

«No nos vamos, Estados Unidos está aquí para quedarse». Joe Biden se ha autoerigido como el desafío que deberá afrontar Vladímir Putin en el primer aniversario de la guerra de Ucrania. El presidente estadounidense ha visitado esta lunes Kiev para reunirse con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, y garantizarle el «apoyo inquebrantable» de su Administración, tanto económico como armamentístico, «durante el tiempo que sea necesario». Ha sido su primer viaje a la exrepública soviética desde el inicio de la invasión y un movimiento estratégico, en opinión de sus anfitriones, destinado a confrontar su determinación con la del jefe del Kremlin.

Como muestra, el líder demócrata anunció una nueva partida de 470 millones de euros –que se suma a los casi 29.000 aprobados por el Congreso desde el inicio de la guerra–, así como una generosa remesa de misiles Javelin y obuses. No obstante, Biden evitó pronunciarse sobre el envío de otro tipo de armas de largo alcance o de cazas F-16, pese a la evidente presión que Zelenski ejerce sobre los países aliados para conseguir aviones de combate.

Tras haber obtenido de Occidente decenas de tanques, que empezarán a llegar en breve, su obsesión son ahora las aeronaves militares que le proporcionen cierta autoridad en los duelos aéreos, aunque Washington y buena parte de los países aliados rechazan esta idea ante el riesgo de entrar en una confrontación directa con Rusia. Inasequible al desaliento, el líder ucraniano sí ha hecho este mediodía mención a este asunto durante su intervención ante los medios para asegurar que el presidente estadounidense y él han hablado sobre «armas de largo alcance y otras que pueden suministrarse a Ucrania, aunque no se haya hecho antes». «Muchas gracias por venir, señor presidente, es un gran momento para Ucrania», ha añadido el anfitrión.

Los dos mandatarios se han reunido en el Monasterio de San Miguel, un histórico monumento originario de la Edad Media situado al oeste del río Dniéper, y han celebrado una ofrenda floral ante el muro donde figuran los retratos de miles de soldados ucranianos fallecidos durante la guerra. Ha sido una mañana cargada de simbolismo. Biden y Zelenski se han abrazado efusivamente y mostrado una profunda complicidad a lo largo del recorrido y en su recepción en el Palacio Mariinsky, que el Gobierno usa con fines ceremoniales para recibir a los grandes dignatarios extranjeros. De hecho, una de las primeras preguntas que el líder demócrata ha dirigido al ucraniano, en un tono lo suficientemente alto como para que lo escucharan los periodistas, ha sido cómo estaban sus hijos.

La visita era largamente esperada por Zelenski, a quien han visitado decenas de gobernantes, jefes de países aliados y dirigentes de organizaciones como la OTAN y la Unión Europea durante este año de guerra. Jill Biden estuvo el pasado mes de mayo en Ucrania y pasó gran parte de la visita con la esposa del presidente, Olena Zelenska. Pero faltaba el viaje de su principal patrocinador en esta contienda y a quien Zelenski ve, dentro de su estrategia, como el único aliado clave para prolongar el pulso con Rusia y el hombre capaz de hacer que no decaíga la ayuda del resto de los aliados. Cabe recordar que Biden ha viajado a Kiev mientras en casa los republicanos afirman que no están dispuestos a seguir entregando «cheques en blanco» a Ucrania y, fuera de ella, algunos países comienzan a pensar de que es momento de que Zelenski se siente a negociar sobre una guerra que está absolutamente atascada y se cobra un altísimo precio diario en vidas y economías.

¿Por qué ha decidido el inquilino de la Casa Blanca realizar este viaje que los medios americanos consideran de muy alto riesgo en este momento? En principio, porque ha superado sus reticencias iniciales a aumentar la tensión con Rusia mostrando un respaldo tan «explícito» a la exrepública, y posiblemente porque ha considerado el aniversario de la invasión como el momento más oportuno para lanzar un mensaje directo a Putin. Así, ha aprovechado para anunciar nuevas sanciones contra los empresarios y las élites moscovitas y reafirmado el «compromiso inquebrantable de Washington con la democracia, la soberanía y la integridad territorial de Ucrania». Biden se ha enorgullecido de que, un año después» de que Rusia invadiera el país vecino, «Kiev se mantiene y Ucrania está de pie».

A diferencia de otros muchos líderes occidentales y de la Unión Europea, Biden ha llegado a su cita sin chaleco antibalas ni ningún otro tipo de protección física personal. Lo mismo ha hecho Zelenski. Algunos analistas interpretan el gesto como un deseo del inquilino de la Casa Blanca de subrayar que Moscú no le produce temor, pese a las fortísimas medidas de seguridad que rodean este «histórico viaje», en palabras del asesor presidencial ucraniano Andriy Yermak.

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Aunque la llegada del líder estadounidense estaba envuelta en un intenso secretismo, los kievitas han percibido desde el amanecer que este lunes no iba a ser una jornada habitual en la capital. El tráfico ha sido suspendido y cientenares de ciudadanos han quedado embolsados en las calles cercadas por donde debería cruzar la caravana presidencial, bajo unas medidas militares y policiales extraordinarias. Durante el paseo de Biden y Zelenski por el monasterio de las cúpulas doradas sonaron las alarmas antiáereas, algo habitual en la ciudad y que, casualmente, también sonaron hace unos pocos días cuando llegaron los líderes comunitarios a la cumbre UE-Ucrania. Informaciones oficiales afirman que la alerta ha sido disparada después de que un Mig ruso despegara de Bielorrusia, aunque no ha entrado en territorio ucraniano.

Todo el viaje en sí ha sido una auténtica odisea. Solo un reducido grupo de altos cargos –entre ellos Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional; Jen O’Malley Dillon, subjefa de gabinete; y Annie Tomasini, directora de operaciones de la Oficina Oval, según ‘The New York Times’– y de periodistas, que le acompañan en la comitiva, sabían de la iniciativa pero habían jurado no decir palabra. Ni siquiera se les autorizó a llevar encima sus móviles. El domingo partieron de Washington en el avión presidencial con destino a Polonia en el más absoluto secreto. Incluso, poco antes de que aterrizase en un aeropuerto polaco, la Casa Blanca seguía anunciando en Estados Unidos que Biden partiría esta próxima medianoche hacia Varsovia en viaje oficial.

La parte más difícil tuvo lugar a continuación. Dado que penetrar en el espacio ucraniano con aviones militares podría ser interpretado por Moscú como un acto de provocación, Biden ha viajado esta pasada madrugada en tren hasta Kiev. Lo ha hecho en una unidad sometida a estrictos controles de seguridad y sin la cobertura de los cazas estadounidenses que han tenido que quedarse sobrevolando el territorio polaco. Biden, según sus colaboradores, ha llegado a la capital ucraniana con buen ánimo y sin rastros de cansancio. «La guerra de conquista de Putin está fracasando», ha dicho ya sobre suelo ucraniano. Este mediodía está reunido en la Embajada de EE UU en Kiev y posteriormente partirá hacia Polonia, donde abordará con su presidente el estado de la guerra y cómo mantener el apoyo a Ucrania.

Fuente: elcorreo.com

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