La abstención en las votaciones de las elecciones municipales celebradas en el pasado 18 de febrero, es sencillamente preocupante, que afecta profundamente el tejido de nuestra democracia.
El 65.28% de abstención, es una alarmante y espantosa realidad a la cual tenemos que enfrentarnos para que no se repita, ya que pone en juego nuestra frágil democracia.
La democracia, en su esencia más pura, es la participación activa y comprometida de todos los ciudadanos en la toma de decisiones que moldean nuestro presente y nuestro futuro. Es el derecho y el deber de cada uno de nosotros. Ser parte del proceso, de hacer escuchar nuestra voz y de contribuir al rumbo de nuestra comunidad y nuestro país. Dejando de ir a votar no se ayuda al país.
La abstención no solo es la renuncia a ese derecho fundamental, sino que también representa una desconexión peligrosa entre el pueblo y sus gobernantes, entre la sociedad y sus instituciones. Es un síntoma de descontento, desconfianza o apatía que debemos enfrentar con urgencia y determinación.
Nuestro sistema democrático se fortalece con la participación activa de todos los ciudadanos. Cada voto cuenta, cada voz importa. Es a través del ejercicio de nuestro derecho al voto que podemos influir en políticas, elegir líderes que verdaderamente nos representen y construir un futuro más justo y próspero para todos.
Por eso, hoy hacemos un llamado a la reflexión y a la acción, no podemos permitirnos ser solo espectadores de nuestro propio destino. Debemos comprometernos, informarnos, dialogar y, sobre todo, votar. Nuestra participación es la fuerza que impulsará las transformaciones que tanto necesitamos como nación.
No importa cuán desencantados o desilusionados estemos, no podemos permitir que la apatía y la indiferencia definan nuestro futuro. Juntos, tenemos y debemos construir un mejor país.
El futuro de nuestra democracia está en nuestras manos. Hagamos valer nuestro derecho al voto y demos forma al destino de nuestra nación.