En la actividad político-partidaria se reconoce que la mayoría de las veces, las heridas mortales son infringidas por compañeros de la propia organización, esto porque los funcionarios, aspirantes o candidatos buscan trascender sus bases inclinando la mirada hacia los “independientes” segmento en el que ven su fortuna electoral, o ¿será un síntoma de la crisis permanente en la democracia?
El autor Ingolfur Bluhdorn en su libro La Democracia Simulativa, Nueva política tras el giro posdemocrático; en el capítulo sobre la democracia en crisis, plantea la subsistencia de esta en las sociedades modernas sin perder de vista su capacidad y carácter progresista. Ciertamente, alguien está apostando a que la política pierda terreno en el poder de los mercados; los sistemas democráticos están siendo dirigidos por intereses organizados, poderosos, y que cada día se distancian de la soberanía popular.
Dick Morris en su libro El Nuevo Príncipe, desde su perspectiva, había señalado que “los desacuerdos partidarios más abruptos no se producen entre los políticos de cada partido sino entre los grupos de presión afiliados a estos”. En ambos planteamientos se concluye en que, para gestionar el poder con éxito, los lideres deben evitar ser rehenes de los ideólogos extremistas de su propia organización política.
Los actores políticos debemos aprender a proyectarnos por encima de los grupos de presión.
El desarrollo social y humano en un marco democrático y justo tal como lo señala la Constitución de la República, se alcanzará cuando el liderazgo nacional exprese su voluntad sincera en la gestión pública.
Quienes integramos la nueva política tenemos el imperativo compromiso de poner en marcha las acciones que contribuyan a la reducción de los conflictos sociales, políticos y a la preservación del clima de paz. Monitorear el desempeño de los partidos e instituciones del Estado, es otra tarea pendiente que no debemos postergar más.
El compromiso democrático, la defensa de la soberanía, transparencia administrativa, el respeto por los derechos humanos, dignidad y solidaridad; la identidad y la cooperación, son las banderas que debemos levantar sin importar nuestra filiación partidaria, para contrarrestar las facciones extremas que polarizan los sectores políticos del país. Los dominicanos y su bienestar deben, siempre, estar por encima de los intereses particulares de unos pocos, en cuyas agendas la nación no es prioridad.