Rafael G. Guzmán Fermín
Durante los 8 años de gobierno del PLD que encabezó Danilo Medina, la República Dominicana fue sistemáticamente forzada a cambiar muchos de sus patrones de gestión política del Estado. Una rápida revisión de sus dos períodos permite descubrir que, desde los primeros meses, se empezó a entronizar en el Estado no la corrupción política, sino una “política de corrupción”, cuya fermentación llegó a amenazar los cimientos mismos de nuestra democracia, para lo cual se diseñó y puso en ejecución un plan macabro para poner la Constitución de la República en sintonía con los perversos propósitos de perpetuarse en el poder.
Producto de estos desafueros partidarios, rápidamente el traumatismo en el cuerpo institucional de la nación, sus efectos en el psiquismo social y el desarrollo de una cultura del crimen organizado para favorecer la corrupción, se convirtieron en una patología en el cuerpo y alma del Estado, que llegó a provocar náuseas en la ciudadanía, adquiriendo el carácter de enfermedad crónica que solo pudo ser aliviada con el vómito de votos en contra de esa cúpula palaciega el día 5 de julio pasado.
Una de las características de los dictadorzuelos totalitarios más allá de sus ambiciones inescrupulosas y violencia destructiva, es su vocación de apropiarse de la ley y de encarnarla en ellos mismos, provocando una colusión entre el orden constitucional y el ejercicio perverso e impune del poder como fuente de alienación planificada. Este tipo de gobierno son generadores de ilegitimidad, deshonestidad, cinismo y desconfianza, haciendo metástasis en todos los estamentos del Estado, pero en el fondo su minusvalía, inferioridad, endeblez y cobardía los obliga a aferrarse al poder, porque se sienten minúsculos y desprotegidos sin él.
Por lo tanto, la política y el poder mal concebidos y empleados pueden desencarrilar a una sociedad a extremos inimaginables de deterioro en todos los campos de la vida y provocar un elevado grado de sufrimiento colectivo, que bien pudieran degenerar en un estallido social de imprevisibles consecuencias.
Analizado en perspectiva, las evidencias de los hechos indican claramente que, mucho antes de ascender al poder, Danilo Medina y su equipo ya tenían una estructura político-empresarial de corrupción organizada y diseñada para asaltar al Estado, cuyo plan lo fueron ejecutando con precisión de relojería hasta que la ambición desmedida, odio, envidia y egocentrismo psicopático preñados de ingratitud dieron a luz a los gemelos de la traición y el engaño el 19 de abril del 2015, hasta el aborto del fraude de las primarias del 6 de octubre del 2019, en donde el ex mandatario selló la destrucción del otrora invencible Partido de la Liberación Dominicana.
Desde nuestra perpectiva, las causas de la debacle se inician desde el momento que el expresidente Medina se apartó del modelo ético del boschismo y abandonó los principios básicos del fortalecimiento de las estructuras del Estado y las prácticas del buen gobierno. Cuando empezó a faltar a su palabra, incumplir pactos, traicionar a compañeros de su partido y a pronunciar discursos engañosos, lo que trajo como consecuencia la pérdida de confianza de los ciudadanos en su figura personal y política, perdiendo así su autoridad moral para controlar la corrupción gubernamental y el crimen.
De manera que, su naufragio moral y pérdida de confianza política trajo como consecuencia la división social, polarización política, aumento de la evasión fiscal y finalmente la reducción de las recaudaciones monetarias ante los descarados robos de los recursos del Estado, con el agravante de que no fueron producto de un superávit financiero, sino de los miles de millones de dólares del masivo endeudamiento externo, lo que constituye un doble crimen, pues esto significa que los ciudadanos tendremos que pagar no solo dicha deuda externa, sino también todas las fortunas robadas por ese cártel mafioso que se enquistó en su gobierno.
Una irrefutable muestra de esto la encontramos en la central termoeléctrica Punta Catalina, entramado de corrupción armado en un viaje que hiciera el entonces presidente electo Danilo Medina a Brasil “invitado” por el expresidente de esa nación Lula Da Silva y ODEBRECHT, tejiendo así la telaraña de megacorrupción más grande y execrable de la historia política dominicana.
Ante estos hechos de podredumbre en sus gobiernos, Danilo Medina no puede alegar ignorancia, pues en sus cínicos discursos de campaña desde el 2007 exponía con claridad los perjuicios de la corrupción política, certificadas en decenas de videos, de manera que estaba muy consciente de las implicaciones de ese grave delito, sintetizados en su famosa expresión metafórica del “tiburón podrido”.
Los dos últimos hechos que dejan al descubierto las entrepiernas impúdicas de esta asociación vandálica fue que antes de dejar el poder aprobaron al vapor una ley de “amnistía fiscal” para “legalizar” el lavado de activos de corrupción y la otra, el acto de cobardía e irresponsabilidad de Danilo Medina al refugiarse en la diputación del PARLACEN buscando desesperadamente impunidad.
Los contratos “Conexiones Norte-Sur, Corredor Vial del Este, Ecovías Pontezuela, Boulevard Turístico del Este (Tramo Aeropuerto de Puntacana-K30), Carretera Bávaro-Uvero Alto-Sabana de la Mar y Terminal Portuaria de Sabana de la Mar”, entre otras, no resisten ningún análisis forense, pues lo que aconteció ahí fue un esquema burdo de cómo estafar al Estado Dominicano desde las mismas oficinas de Palacio.
De esta manera, como ejemplos de proporción, se firmaban contratos por un monto de 100 millones de dólares, se construía 50 millones y se pagaban 125 millones, lo que puede ser constatado con solo ver los contratos y sus anexos que están en las Gacetas Oficiales de estas obras y comparar lo que fue contratado con lo que realmente se ejecutó.
Ahí podemos ver pasos a desnivel o elevados que nunca se realizaron, carriles que no se construyeron, carreteras más estrechas que las contratadas en el diseño de obras, terminal portuaria que nunca se hizo, puentes que no se construyeron, espesores de asfalto menores a los del contrato, menor base y sub base de lo contratado, circunvalaciones que nunca se construyeron.
Se llegó además hasta el extremo de crear obras sobredimensionadas que el país no necesitaba o que en algunos casos no eran necesarias en su momento, sino dentro de más de treinta años, de acuerdo a los estudios de expertos internacionales, tan solo con el propósito de que estas obras fueran el medio “encubierto” para sacar dinero corrupto de las arcas del Estado.
Los contratos de asfaltado por miles de millones de dólares, los escándalos en la compra de los insumos sobrevaluados en Salud Pública durante la pandemia del COVID 19, los escándalos de corrupción en el Ministerio de Educación, en la OMSA, en el Plan Social de la Presidencia, OISOE y muchos más, demuestran que existía una mente macabra y delincuencial que coordinaba una maquinaria tenebrosa de corrupción, sin tener en cuenta que gastaba decenas de miles de millones de dólares, en un país pobre, que se endeudaba desmesuradamente solo para saciar la avaricia sin límites de un “grupito” palaciego.
Afortunadamente, nuestro pueblo se puso en pie y la sociedad dijo ¡basta ya!, cuando en todos los rincones del país se escuchaba E’PA FUERA QUE VAN y SE VAN, expresión generalizada de un pueblo cansado de los abusos y las decepciones de un grupo de asaltantes que se disfrazaban de santas ovejas. Ahora, ese mismo pueblo espera que no existirá más impunidad por los crímenes cometidos, ya que seremos todos los ciudadanos los que injustamente pagaremos por todo lo robado, a través del pago de una abultada deuda externa en que nos involucró el cártel de corruptos dirigido por Danilo Medina.
Este grupo deberá pagar no solo por estos hechos, sino que también devolver al país todo el dinero que tienen ilegítimamente. ¡JUSTICIA A LA PATRIA!
El autor es miembro
del Círculo Delta.
fuerzadelta3@gmail.com