El mundo de la cultura ha acogido en general con resignación la constatación de que el sector ya no es una excepción en tiempos de coronavirus. El anuncio del cierre de todas las actividades culturales en todo el globo, excepto museos y bibliotecas solo para préstamos, ha caído como un ponchera de agua fría sobre el mundo cultural, que ya se temía que la situación de pandemia descontrolada iba a acabar afectándole.
El sector se consuela con el anuncio paralelo de un plan de rescate. Ministros, consejeros y otros representantes de todo el mundo se reúnen buscando alternativas, de forma telemática, con los principales representantes de la cultura para comunicarles las medidas.
Entre las medidas que entran en vigor, están los aportes económicos millonarios para el sector, con la abismal diferencia entre un país y otro, acorce con la percepción sobre la cultura.
El auge de la tecnología y la proliferación de una gama gigante de negocios, conferencias, docencia, pagos, salud, alimentos, música y decenas de aspectos de la vida cotidiana ha sido muy significativo para entender que vivimos en otro mundo que cambió y en lo adelante cambiará constantemente y con tal rapidez que mantendrá confundidos a muchos de nosotros de vez en vez.
Honestamente, los gobiernos tienen la responsabilidad de ser innovadores y promotores de todo tipo de cultura que favorezca la misma, de tal modo que no perciba, el individuo, la cultura como arte ni como ciencia, sino como modo de vida, en constante y cónsono crecimiento.