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Las vueltas inacabables: El conflicto de los conductores con las nuevas medidas del INTRANT

Tras la implementación de la medida, los conductores sienten que moverse por el Gran Santo Domingo se ha convertido en una travesía sin brújula

Medidas del INTRANT tienen el Distrito en un limbo
Medidas del INTRANT sumen al Distrito en un limbo vial. Fuente externa.

La reciente implementación de las medidas del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) que prohíben el giro a la izquierda en numerosas avenidas principales del Gran Santo Domingo ha desatado una ola de indignación y desconcierto entre los conductores dominicanos. A pesar de la noble intención de descongestionar el tráfico en una de las ciudades más caóticas en términos de movilidad, la realidad en las calles dista mucho de ser una mejora, convirtiéndose, para muchos, en una verdadera odisea diaria. La queja más recurrente no es la prohibición en sí, sino la absoluta falta de alternativas claras y eficientes. Se prohíbe una maniobra vital, pero se deja al conductor en un limbo, sin indicar dónde, de forma lógica y cercana, se puede realizar el giro compensatorio.

Este vacío informativo ha provocado que trayectos que antes tomaban minutos se extiendan a recorridos excesivamente largos y absurdos. «Es una locura», expresa María, una conductora frecuente de la Av. Lope de Vega. «Antes giraba a la izquierda para llegar a mi trabajo en cinco minutos. Ahora, tengo que dar una vuelta enorme, pasar por tres semáforos más y tardar veinte minutos, ¿dónde está el ahorro de tiempo?». Esta frustración es palpable en cada esquina, donde la señalización, cuando existe, es a menudo confusa o insuficiente para guiar a los conductores por estas nuevas y obligadas rutas alternativas. La sensación generalizada es que la medida se aplicó sin una planificación exhaustiva de las rutas de desvío.

La situación se agrava exponencialmente al considerar la falta de actualización de las plataformas de mapas más utilizadas por los conductores. Google Maps, Waze y otras aplicaciones, que se han convertido en herramientas indispensables para la navegación diaria, aún no reflejan estas nuevas restricciones de giro. «Es inaudito», comenta Juan, un taxista con años de experiencia en las calles de Santo Domingo. «Confío en Waze para llevar a mis pasajeros de la forma más rápida, pero ahora me está llevando directamente a giros que están prohibidos. Me veo obligado a improvisar, a veces en medio del tráfico, lo que genera más caos y frustra tanto al pasajero como a mí». Esta desincronización entre la regulación vial y la tecnología de navegación es un punto crítico que añade una capa de estrés y confusión innecesaria, llevando a los conductores a rutas imposibles y exacerbando los ya existentes embotellamientos.

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Muchos conductores argumentan que, en lugar de solucionar el problema, estas medidas lo han trasladado y magnificado en otros puntos. Al prohibir el giro en una avenida principal, el flujo vehicular se desvía hacia calles secundarias o residenciales que no están preparadas para manejar tal volumen de tráfico, colapsándolas y generando nuevos focos de congestión. «Ahora la calle de mi casa, que era tranquila, es un atajo para cientos de carros que no pueden doblar en la avenida», se queja Ana, residente de una zona aledaña a la Av. Tiradentes. «Esto no solo afecta la fluidez, sino también la tranquilidad y seguridad de los vecinos». La percepción es que la solución propuesta es una «cura peor que la enfermedad», simplemente redistribuyendo el caos en lugar de mitigarlo.

Las opiniones recogidas en redes sociales y medios de comunicación reflejan un sentimiento colectivo de impotencia y falta de consideración hacia la experiencia del conductor. Comentarios como «Están inventando sin sentido», «Solo nos complican la vida» o «¿Dónde está el estudio de impacto?» inundan los debates públicos. La gente se siente como conejillos de indias en un experimento de tránsito que no termina de cuajar, y que, por el contrario, parece añadir más capas de frustración a una ya complicada vida urbana. La confianza en las autoridades encargadas de la gestión vial se ve minada cuando las decisiones parecen desconectadas de la realidad que viven miles de personas diariamente en sus vehículos.

Además, surge la preocupación por el impacto económico que estas medidas podrían tener. Los recorridos más largos implican un mayor consumo de combustible, un gasto adicional que afecta directamente el bolsillo de los ciudadanos, especialmente en un contexto de precios fluctuantes. Para los transportistas, taxistas y repartidores, cada minuto extra en el tráfico y cada kilómetro de más se traduce en menos viajes, menos entregas y, en última instancia, menos ingresos. «Mi día de trabajo se ha reducido a la mitad», lamenta Pedro, un repartidor de plataforma. «Lo que antes me tomaba 15 minutos, ahora me toma 40. Es insostenible».

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Otro punto de crítica es la ausencia de un período de adaptación o una campaña de concientización masiva y efectiva antes de la implementación total. Si bien el INTRANT ha anunciado las medidas, muchos conductores se enteran de las prohibiciones solo cuando se encuentran con el agente de tránsito o la señalización de último minuto, lo que genera confusión, frenazos bruscos y situaciones de riesgo en la vía. Una transición más gradual, acompañada de una difusión masiva y clara de las nuevas rutas y alternativas, hubiera facilitado la adaptación de los conductores y minimizado el impacto inicial.

En resumen, mientras el INTRANT busca optimizar el flujo vehicular, la implementación de la prohibición de giros a la izquierda ha generado un gran malestar social. La falta de transparencia en las rutas alternativas, la no actualización de las aplicaciones de mapas, el traslado de la congestión a otras vías y el impacto económico percibido, son puntos críticos que requieren una atención inmediata por parte de las autoridades. La efectividad de estas medidas, y la paciencia de los conductores, dependerán en gran medida de la capacidad del INTRANT para escuchar las quejas, ajustar el plan y ofrecer soluciones que realmente alivien la carga del tráfico, en lugar de simplemente redistribuirla. Es imperativo que se revise la estrategia y se integren las necesidades y realidades de los conductores para que «RD se Mueve» realmente signifique un avance y no un estancamiento en el caos.


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