Las respuestas económicas que han ofrecido los países en la etapa de la post pandemia tienen un enorme impacto presupuestario, estas han dispuesto una extraordinaria movilización de recursos a través de compras de activos financieros, concesión de avales, inyecciones de capital y garantías de incrementos en las partidas del gasto, todo con el interés de reactivar la economía y dinamizar el empleo.
En el enfoque global, estas disposiciones se han canalizado básicamente a través de dos grandes medidas; una, sugiere las políticas fiscales de apoyo a la actividad productiva y sus demandas; la otra, respalda al sector financiero, destacándose la compra de activos y el apoyo por parte del Banco Central. Todas establecen las garantías que respaldan los activos y pasivos de las entidades financieras.
En la presupuestación es determinante considerar el efecto de los estabilizadores automáticos de ingresos y gastos, pues reflejan el impacto del deterioro fiscal que a su vez alcanza el déficit público.
Un síntoma de los desequilibrios estructurales se traduce en el deterioro progresivo de las cuentas fiscales, que, en el orden técnico, se explica por la inercia de un gasto estructural que se arrastra en un contexto de bajo crecimiento económico, no del efecto rebote que hoy viven algunos países. Visto desde esta perspectiva, se entiende que la vuelta al equilibrio presupuestario no se logra con solo la “recuperación económica” o el retiro de aquellas medidas que han sido adoptadas en la crisis; es necesario incidir en la reducción de ese déficit estructural.
Cuando la crisis impacta las cuentas públicas, refleja un aumento importante en el ratio de la deuda. Las políticas presupuestarias siempre tendrán un rol esencial en todos los países, por sus efectos de carácter cuantitativo y cualitativo.
¿Se preguntarán, cual es la técnica para presupuestar en tiempos de crisis? Un modelo dominicano de éxito y que siempre será referente lo es el del 2008, cuando en medio de una crisis económica global en la que se vieron severamente afectados la mayoría de los países, nosotros pudimos alcanzar un crecimiento real, sostenido y que fue la garantía para la consecución de las metas nacionales. Con esto no quiero decir que aplique a las circunstancias actuales.
Indudablemente que cuando se deteriora la economía se generan tensiones y necesidades estatales que no se dan en los períodos presupuestarios ordinarios, pues siempre tendrán la marca de la urgencia en la toma de decisiones e implementación de estas.
Aunque en las épocas ordinarias, de crecimiento económico sostenido, cada ejercicio de formulación presupuestaria viene condicionado con el año anterior; no perdamos de vista que presupuestar es un proceso subóptimo, imperfecto, porque en la base de su elaboración se contempla la proyección estadística anterior y el comportamiento de la ejecución del gasto en el período del que se trate, que además esta condicionado por las decisiones políticas.
Una herramienta para considerar es el presupuesto por resultados, en esta técnica los recursos asignados deben atender al cumplimiento de los objetivos. Su evaluación y control ofrecen la información prospectiva para las asignaciones futuras de los recursos públicos con sus respectivos indicadores de cumplimiento.
No importan las medidas que se apliquen, si no se les da cumplimiento a las normativas, tendremos tal vez una mayor recaudación y precarios resultados en las metas institucionales porque se no gasta en prioridades.