El delirio de grandeza, entendido como una percepción exagerada de la propia importancia o influencia, es un fenómeno que puede observarse en muchos intelectuales. Tengo años observando ese comportamiento, que cae justamente en la conducta narcisista. Este comportamiento, no es exclusivo de este grupo, pero ciertos factores propios del ámbito intelectual pueden propiciarlo y de hecho lo propician.
La combinación de un entorno que valora el reconocimiento. La capacidad de articular ideas complejas y la exposición a círculos de validación alimentan esta actitud, lo que nos da pie para explorar las posibles causas del presente fenómeno desde una perspectiva psicológica, social y cultural.
Uno de los factores principales es el entorno de validación constante al que suelen estar expuestos los intelectuales, aunque algunos, contados con los dedos de las manos escapan de este narcisismo, En círculos académicos, literarios o culturales, el reconocimiento de las ideas sumado a cierto prestigio intelectual son monedas de cambio. Por ejemplo, en mi caso, he publicado varios libros, y nunca me ha llamado la atención de hacer un acto para ponerlos a circular. Yo mismo hago mi nota de prensa y las envío a los diferentes medios electrónicos, la subo a las redes y ahí la obra hace su metástasis comunicativa.
La alabanza de colegas, estudiantes o seguidores puede generar una percepción distorsionada de la propia relevancia. Este refuerzo constante puede llevar a algunos a sobrevalorar su impacto, creyendo que sus ideas son universales o incuestionables, lo que fomenta un sentido de superioridad.
La formación intelectual también juega un papel crucial. Los intelectuales suelen dedicar años a perfeccionar su capacidad de análisis, argumentación y síntesis de diversos temas. Este dominio de las ideas puede generar una confianza excesiva, especialmente si se combina con una falta de autocrítica, La habilidad para articular pensamientos complejos puede llevar a algunos a asumir que su perspectiva es inherentemente superior, lo que puede derivar en una actitud arrogante o en una visión inflada de su rol en la sociedad.
Otro aspecto relevante y que he observado durante largos años, es la desconexión con la realidad práctica, Muchos intelectuales operan en entornos abstractos, donde las ideas tienen procedencias sobre las aplicaciones concretas. Esta inmersión en lo teórico puede alejarlos de las experiencias cotidianas, creando de paso una brecha entre su percepción de la realidad y la de otros. Al vivir en un mundo de conceptos elevados, algunos pueden desarrollar una imagen idealizada de sí mismos como guías o visionarios, lo que refuerza la comorbidad entre el delirio de grandeza y el narcisismo.
El narcisismo en un rasgo psicológico que puede estar presente en cualquier persona, también es un factor importante a la hora de pasar revista. En el caso de los intelectuales el narcisismo puede manifestarse en la creencia de que sus contribuciones son únicas o indispensables y sobre todo en su comportamiento y poses frente a los demás.
La necesidad de destacarse en un campo competitivo, donde la originalidad es altamente valorada, muy por seguro puede exacerbar esta tendencia. La búsqueda de relevancia puede llevar a algunos a exagerar su influencia o menospreciar las contribuciones de otros.
El papel de las redes sociales y la exposición mediática ha amplificado este trastorno de la personalidad al permitir a los intelectuales alcanzar audiencias masivas, lo que alimenta su ego si reciben atención constante. Los “likes” y compartir comentarios elogiosos actúan como un eco de validación, la que a su vez refuerza la supuesta perfección de grandeza. Sin embargo, esta misma exposición puede ser un arma de doble filo, ya que las críticas públicas también pueden intensificar la necesidad de defender su estatus.
La historia ofrece ejemplos de como el DELIRIO DE GRANDEZA ha afectado a figura intelectuales. Desde filósofos que proclaman verdades absolutas hasta escritores que se veían como profetas de su tiempo, la tentación de creerse superiores ha sido recurrente, Sin embargo, no todos los intelectuales caen en esta trampa. Aquellos que cultivan la humildad y el cuestionamiento constante de sus ideas suelen ser más resilientes a este fenómeno.
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Óscar
10 de octubre de 2025 a las 1:32 am
Clara e interesante aportación para que los intelectuales no se alejen de la realidad en la que viven.