Un terremoto es la vibración de la Tierra producida por una rápida liberación de energía. Los más pequeños liberan una energía similar a la de un relámpago, pero los más poderosos podrían igualar al consumo anual de electricidad en Estados Unidos y superan con mucho a las explosiones atómicas más potentes.
Según se explica en «Ciencias de la Tierra», escrito por los geólogos E. Tarbuck y F. Lutgens, los terremotos se suelen producir por el deslizamiento de la corteza terrestre, la capa más superficial de la parte rocosa de la Tierra, en torno a una falla, que es una especie de cicatriz que se produce en zonas donde esta capa es más frágil. Los temblores aparecen porque, a medida que se van deformando y doblando algunas partes de esta capa superficial (litosfera), se va almacenando energía elástica, al igual que una goma que se estira cada vez más. Pero cuando estas rocas alcanzan su límite de deformación, se fracturan y liberan esa energía acumulada en forma de vibraciones sísmicas.
Así, de forma similar a lo que ocurre cuando se lanza una piedra a un estanque tranquilo y se producen ondas concéntricas, desde el origen se libera energía en todas direcciones. A este origen se le llama foco o hipocentro y desde él se proyecta una línea vertical hacia la superficie para designar el llamado epicentro. Sea como sea, cuando esas ondas se liberan, pueden llegar hasta la superficie y sacudir los cimientos de los edificios y también viajar horizontalmente por el interior de la Tierra.
Una vez que se produce esa repentina liberación de energía, a veces los materiales necesitan cierto tiempo para acomodarse, y por eso no es extraño que se produzcan las llamadas réplicas, es decir, terremotos más débiles que el principal, incluso varios días después.
Los movimientos de la Tierra
Hay muchas pruebas de que la corteza se levanta (forma cordilleras, por ejemplo), de que se adentra en las profundidades o incluso de que se mueve horizontalmente. Los científicos explican estos inmensos movimientos acudiendo a la teoría de la tectónica de placas, según la cual grandes porciones de la corteza terrestre (placas tectónicas) se están moviendo lenta y continuamente. Estos bloques interactúan entre sí, y deforman las rocas de sus bordes. Es precisamente en esas zonas de interacción donde se originan la mayoría de los terremotos.
Estas regiones, que ya hemos dicho que se conocen como fallas, pueden ser muy grandes y pueden generar grandes terremotos, como por ejemplo la falla de San Andrés, que mide cerca de 1.300 kilómetros y que separa dos enormes bloques, la placa Norteamericana y la placa del Pacífico. Pero lo más habitual, es que las fallas estén inactivas y no generen terremotos.
Frecuencia de los terremotos
Al año se producen más de 300.000 terremotos con magnitud suficiente para dejarse sentir a lo largo y ancho de todo el mundo, pero por suerte la mayoría son temblores pequeños y que producen pocos daños. Normalmente, solo tienen lugar 75 terremotos significativos cada año, y muchos de ellos se producen en regiones remotas. Con todo, se calcula que cada año se producen por término medio 18 terremotos importantes y 1,4 terremotos muy grandes.
Cuando los terremotos se producen cerca de poblaciones importantes, el temblor del terreno y la licuefacción de algunos sólidos (vídeo aquí) pueden ser totalmente devastadores. Además, tal como ocurrió en el terremoto de San Francisco de 1906, las vibraciones pueden romper las tuberías de gas y provocar incendios muy destructivos, a la vez que las tuberías del agua quedan inservibles.
La escala de Richter
Aunque hay varias medidas para representar la potencia de los terremotos en todo el mundo, una de las más habituales es la magnitud de Richter. Esta se obtiene a partir de un tipo de onda superficial que se produce en los terremotos y al aplicar una escala logarítmica, de modo que cada unidad de magnitud de Richter corresponde a un aumento de la energía de 32 veces: es decir, un terremoto de magnitud 4 en la escala de Richter libera 32 veces más energía que uno de magnitud 3, aproximadamente.
Para hacerse una idea del poder de estos movimientos, un terremoto de magnitud 4 libera una energía comparable a la de una explosión de 500 kilogramos de dinamita mientras que la prueba atómica de 1946 en el atolón Bikini liberó una energía comparable a un terremoto de magnitud 6 en la escala de Richter.
Tsunami en Nagua
El 4 de agosto de 1946 el poblado de Matanzas, actual provincia María Trinidad Sánchez, fue duramente sacudido por un terremoto de 8.1 grados en escala de Richter que posteriormente causó un tsunami devastador.
Ocurrió exactamente 100 años después del tsunami que azotó la costa sur dominicana, destruyendo la ciudad de Azua en su antiguo emplazamiento junto al mar, que hoy se conoce como Pueblo Viejo.
Las gigantescas olas de más de nueve pies de altura que penetraron dos kilómetros hacia tierra terminaron arrastrando totalmente al poblado que hoy lleva el nombre de una de las mujeres que confeccionaron la primera Bandera Nacional.
Se afirma que el fenómeno destruyó más de 200 casas y aunque no se tiene una cifra específica, se ha señalado que las víctimas mortales sobrepasan las 1,000 personas.
Una parte del ganado quedó sepultado entre los escombros y los pueblos de Cabrera, Nagua y Sánchez quedaron sin comunicación al derrumbarse varios puentes.
En cuanto a los daños estructurales, figuraron el Palacio Municipal en Moca, el mercado público, la Casa Consistorial, el Club Rotario, la glorieta del parque Cáceres, entre otras infraestructuras.
Por esos daños, este es considerado como el terremoto más grande de la historia de La Hispaniola.
Fuerte réplica
Cuatro días después del sismo registrado en María Trinidad Sánchez, se produjo una réplica de 7.0 grados de magnitud localizada en la zona de ruptura del principal, sintiéndose en todo el país y creando más conmoción en los ciudadanos que aún estaban perplejos por el evento anterior.
Al fenómeno principal se le sumaron más de mil eventos que se sintieron durante dos meses, lo que hizo que la población atemorizada se congregara en iglesias y refugios.
Año 1887
Un poco más atrás, el 23 de septiembre de 1887, la isla Hispaniola sintió los embates de un potente terremoto de magnitud 7.0, el cual destruyó casi en su totalidad a Cabo Haitiano, Puerto Príncipe, entre otras localidades de ese país.
La sacudida duró dos minutos y medio y causó daños severos en la infraestructura del país. El sismo además hizo que el mar se retirara 20 metros retornando con gran ímpetu.
El movimiento también fue sentido en Santo Domingo.
Año 1962
El domingo 7 de enero del 1962 un fuerte temblor de 6.7 grados sacudió a la capital y causó daños a la torre de una iglesia en el municipio Baní, provincia Peravia.
Según el reporte de la época, el terremoto se registró a las 7:57 de la noche, creando temor en los habitantes del país, muchos de ellos abandonaron precipitadamente sus hogares y lugares de trabajo.
Luego de producirse el temblor se registraron cuatro réplicas de escasa intensidad.
Año 2003
Trasladándonos hacia la actualidad, nos remontamos al año 2003, cuando en la madrugada del 23 de septiembre la provincia Puerto Plata fue blanco de un terremoto de 6.4 grados de magnitud que dejó tres muertos y 30 heridos y cuantiosos daños estructurales
La liberación de energía azotó a la denominada “Novia del Atlántico” y sus alrededores por unos 45 segundos, convirtiendo el evento en una tragedia.
Año 2010
El terremoto registrado en Haití, el 12 de enero de 2010, por la abultada suma de víctimas ha sido uno de los más catastróficos en la historia de la isla.
El evento sísmico que marcó de rojo el inicio del año 2010, sucedió en horas de la tarde, al momento de producirse un sismo de 7,2 grados a 15 kilómetros de la capital del país, Puerto Príncipe.
El temblor, a pesar de que se registró al extremo oeste de la isla, también fue sentido en varias provincias de República Dominicana debido a su magnitud.