El 9 de abril de 1948, en medio de revueltas y caos en Colombia, a Darío Echandía se le preguntó si tomarían el poder. Su respuesta fue tan enigmática como reveladora: “¿El poder para qué?”. Hoy, más de seis décadas después, seguimos buscando la lógica detrás de esta frase con estilo socrático. Al responder con otra pregunta, Echandía abrió la puerta a innumerables interpretaciones. Personalmente, prefiero inclinarme por la más simple: Aunque alcanzar el poder pueda provocar la sensación de mariposas en el estómago o la alucinación de estar en el cielo, cabe preguntarse con seriedad, ¿es el poder un fin en sí mismo o un medio para lograr un bien colectivo?
Su respuesta, vista con el lente del tiempo, parece apuntar a la falta de orientación de quienes podían asumir el poder en aquel momento. Más adelante, Echandía reafirmó su pensamiento con otra reflexión: “El beneficio que el hombre recibe de la sociedad debe darse para beneficiar a la sociedad”. Si partimos de esta premisa, podemos ver que, a diferencia de la selva, donde el poder se impone con fuerza y dominación, en la sociedad humana debe ser guiado por la sabiduría y la búsqueda del bienestar común, de igual forma, se debe saber cuando estar preparado para asumir y cuando no. Sin embargo, los animales guardan ciertos instintos parecidos al ser humano por la búsqueda y el ejercicio del poder:
En el mundo animalvemos la astucia del zorro, conocido por su capacidad para adaptarse a diferentes entornos y emplear estrategias de caza sofisticadas. Los objetivos de ciertos individuos se ven reflejado a través de la creatividad para estar en diferentes ámbitos sociales, no importa si son adyacentes a sus principios, siempre y cuando garantice lo que desea. Esto pone en peligro aquellas hormigas que hacen todo a través de la cooperación, son organizados y colaboran en conjunto, aunque muchas veces su labor es olvidada. Hay poderes que sólo pueden ser concebido a través de la fuerza, así como la de un macho dominante que se golpea en el pecho de la misma manera que un gorila, no escucha, sólo impregna el miedo para dejarse sentir. Otros, prefieren predicar el equilibrio, combinando fuerza, astucia y cooperación, así como los leones, que cazan en grupo, no matan por placer ni destruyen por ambición. Es un líder natural que protege a los suyos, garantiza su supervivencia y enfrenta los desafíos con audacia.
Estas analogías subrayan que, aunque las estrategias para alcanzar y ejercer el poder pueden variar, la forma en que se utilizan tiene un impacto significativo en la estructura y el bienestar de la sociedad.
Ahora bien, luego de analizar el recorrido por la búsqueda del poder y la forma en que los individuos actúan al obtenerlo, podríamos concluir que la conquista del poder no es intrínsecamente buena ni mala; su valor radica en la importancia y el propósito que le asignamos. A lo largo de la historia, el poder ha sido utilizado tanto para construir sociedades prósperas como para destruirlas. La gran diferencia entre la selva y la sociedad radica en que los seres humanos no estamos condenados a actuar por instinto: tenemos la capacidad de elegir cómo y para qué usamos el poder. En este contexto, es pertinente recordar siempre la célebre pregunta del político Darío Echandía: «¿El poder para qué?». Esta reflexión nos convida a cuestionarnos si buscamos el poder como un simple título personal o como una herramienta para transformar la realidad en beneficio de todos.
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