Esta red social se basa principalmente en vídeos cortos, de entre 15 segundos y un minuto, a los cuales se les pueden añadir diferentes filtros y músicas de fondo. Esa es la diferencia clave con otras redes.
En sólo tres años ya cuenta con 1.000 millones de usuarios. El éxito se encuentra, sobre todo, en jóvenes de entre 12 y 18 años, algunos incluso menores de los 12 años.
Experto en educación digital y redes sociales, indica que esta plataforma afecta al desarrollo cognitivo. Sostiene que es adictiva ya que sus contenidos son masivos, desarrolla vídeos cortos, efímeros y fáciles de editar. Les ponen música y añaden retos.
Generalmente sus usuarios son niños que desde pequeños están acostumbrados a ver vídeos de YouTube. En muchos casos, fueron los padres quiénes los incursionaron en este mundo, por lo que no se dan cuenta de tal adicción, solo cuando ven, por ejemplo, que tienen un vocabulario limitado o que no prestan atención.
Estos niños se ven afectados en cuanto al mantenimiento de una atención profunda, provocando que se despisten con más facilidad, afectando también, al pensamiento crítico y abstracto. Actualmente se desconoce cómo funciona el algoritmo que tiene atrapados a tantos jóvenes y esa incertidumbre está desatando todo tipo de preocupaciones.
El mayor riesgo de esta red, son los datos privados que están emitiéndose continuamente. Pensemos en el gran valor que tiene tener datos de menores de edad, cómo son, cómo sienten, su capacidad para contener sus emociones. Toda esa información es valiosísima para saber no solo sus gustos para la publicidad sino para venderles ideas, saber qué tipo de trabajadores van a ser o si van a ser deportistas o si van a desarrollar una carrera universitaria.
Esto puede generar sociedades manipulables porque una vez que conoces a esa persona, le ofreces lo que le interesa. Podemos influir en la formación del cerebro en el proceso de crecimiento, que es lo más preocupante cuando hablamos de menores.